OPINION Y DEBATE

De la economía de Francisco a la economía de las mujeres de Abya Yala

Dra. Marilú Rojas Salazar*

* Doctora en Teología Dogmática. Profesora e investigadora experta en teologías feministas, decoloniales y ecoteologías.

1. Algunos datos importantes sobre la economía
de las mujeres en Abya Yala

El informe de onu Mujeres y Undesa, Progreso en los Objetivos de Desarrollo Sostenible, muestra que el Panorama de Género 2023 indica que más de 340 millones de niñas y mujeres vivirán en pobreza extrema en 2030; esto es, aproximadamente 8% de la población femenina del mundo. Asimismo, casi 25% pasará hambre o deficiencia alimentaria; 236 millones de mujeres y niñas en comparación con 131 millones de hombres y niños.1

Por cada dólar que ganan los hombres en ingresos laborales a nivel mundial, las mujeres ganan únicamente 51 centavos. Además, sólo 61.4% de las mujeres en edad laboral óptima está en el mercado laboral, en comparación con 90% de los hombres en la misma situación. Asimismo, la próxima generación de mujeres seguirá dedicando una media de 2.3 horas diarias más que los hombres al trabajo doméstico y de cuidados no remunerado. Otras cifras que desvela este estudio: en 28 de los 116 países de los que se disponen datos, menos de la mitad de las mujeres reciben una pensión; en 12 países, esta proporción es inferior a 10%. Según Naciones Unidas, el cambio climático podría empujar a más de 158 millones de mujeres y niñas a la pobreza, 16 millones más que el número total de hombres y niños.2 Indudablemente, estamos ante la feminización de la pobreza.

Según la Comisión Económica para América Latina y el Caribe (Cepal), 28.6% de las mujeres no tiene ingresos propios; cifra que es mucho mayor en países como Guatemala (51%), Honduras (43,5%), El Salvador (39.3%) o Costa Rica (35.8%). En cambio, no así entre los hombres: cuya media es de 10.4%. Es más, la tasa de participación laboral femenina en 2020 cayó hasta 46% mientras que la de los hombres estaba en 69 por ciento. 

Si bien, las mujeres que cuentan con ingresos propios disminuyen las horas que dedican al trabajo no remunerado —sobre todo a labores domésticas y cuidados dentro del ámbito privado—, la diferencia respecto a los hombres es más del doble en la mayoría de los países. Según estimaciones de la Cepal, la OIT (Organización Internacional del Trabajo) y la ONU Mujeres, en América Latina y el Caribe, entre 11 y 18 millones de personas se dedican al trabajo doméstico remunerado; de éstas, 93% son mujeres. El trabajo doméstico supone en promedio entre 10.5% y 14.3% del empleo de las mujeres en la región. Los países donde más mujeres dedican su tiempo al trabajo doméstico son Paraguay (17.2%), Argentina (16.2%) y Brasil (14.4%). La feminización de la pobreza es un hecho: son ellas las que más perjudicadas se ven por la falta de recursos económicos y materiales. En América Latina y el Caribe se calcula que 118 millones de mujeres viven en situación de pobreza, lo que significa un retroceso de 10 años, según apuntan estos informes y Refugees Welcome España. Además, Como señala la ONU, en esta región por cada 100 hombres, hay 124 mujeres viviendo en la extrema pobreza.3

En el caso de las mujeres de Abya Yala

El informe de Medición de la Pobreza 2022 refleja que entre las mujeres, las hablantes de lenguas originarias son significativamente más vulnerables a la pobreza e indigencia que el resto: 9 de cada 10 viven en pobreza moderada, extrema o tienen carencias socioeconómicas. Se encuentran en pobreza extrema 26.8%, no pueden pagar ni siquiera la canasta básica de alimentos; y 39.2% está en pobreza moderada, pues no pueden pagar la canasta básica complementaria.

Adicionalmente, las mujeres de los pueblos originarios enfrentan niveles altos de marginación social: tienen un promedio menor de años de escolaridad, enfrentan mayores niveles de informalidad laboral, denuncian actos de discriminación con más frecuencia y casi ninguno de los integrantes de esta comunidad tiene afiliación a la seguridad social.4

Estos datos de diferentes fuentes nos conducen a reflexionar que la economía tiene un descarado sesgo de género y que no podemos pensar la economía de Francisco sin tener en cuenta esta realidad; y aunque es cierto que hay un trabajo desde los pueblos originarios que aportan a una visión descolonizadora del mercado, contribuyendo con la sumak kawsay, todavía hay un racismo y un sexismo rampantes.  La propuesta de una vida sobria para todas y todos quienes habitamos el planeta no puede obviar que hay una gran población que no sólo vive en sobriedad, sino en pobreza extrema; como es el caso de los cuerpos prietos de las mujeres de Abya Yala, o como Lélia González diría, de los cuerpos de esta “amefricanidad”.5

Después de algunas pinceladas del contexto presente, propongo la apuesta de la economía feminista como un elemento que puede coadyuvar a profundizar y, ¿por qué no?, a cuestionar el acercamiento a la economía de Francisco.

2. Economía feminista 

La economía feminista es una respuesta a las crisis económicas, ambientales y sociales actuales provocadas por el sistema de mercado capitalista neoliberal, patriarcal; depredador desde la perspectiva de la justicia de género. Es una apuesta política para transformar la sociedad y la relación entre las personas, así como entre las personas y la naturaleza. Las mujeres somos sujetos de la economía y nosotras, como mujeres, nos hemos situado como protagonistas en la lucha contra el modelo económico dominante. 

La economía feminista es una corriente de pensamiento que pone énfasis en la necesidad de incorporar las relaciones de género como una variable relevante en la explicación del funcionamiento de la economía, y de la diferente posición de los varones y las mujeres como agentes económicos y sujetos de las políticas económicas. La economía feminista ha ido construyendo críticas y reflexiones en todos los campos temáticos de la economía, en los tres niveles de análisis: micro, meso y macro, y en relación con las distintas escuelas de pensamiento. Realiza una crítica particular a la teoría neoclásica, hoy paradigma dominante en la disciplina, y denuncia el sesgo androcéntrico de esta mirada, que atribuye al hombre económico (homo economicus) características que considera universales para la especie humana, pero que sin embargo son propias de un ser humano varón, blanco, adulto, heterosexual, sano, de ingresos medios.6

Las economías mexicana, latinoamericana y caribeña se sustentan en el trabajo no remunerado de las mujeres, y me refiero al trabajo doméstico y de cuidados, que por los roles de género han sido asignados como responsabilidad de las mujeres. Sin embargo, lo mismo sucede en los Estados Unidos, baste mencionar que la compañía Apple fue demandada porque a las ingenieras en sistemas se les otorga un salario menor al de los hombres por el simple hecho de ser mujeres.

Asociar la idea de cuidado a la economía implica enfatizar aquellos elementos del cuidado que producen o contribuyen a producir valor económico. Y aquí reside la peculiaridad del abordaje. A través del concepto de economía del cuidado, la economía feminista pretende al menos dos objetivos: en primer lugar, visibilizar el rol sistémico del trabajo de cuidado en la dinámica económica en el mar-
co de sociedades capitalistas, y, en segundo lugar, dar cuenta de las implicancias que la manera en que se organiza el cuidado tiene para la vida económica de las mujeres.7

El sistema capitalista neocolonial de mercado está sostenido por el trabajo esclavo de cuidados que hacemos las mujeres, con el consentimiento del patriarcado ejercido por las instituciones estatales y por el sistema patriarcal machocrático familiar.

Proponemos una economía feminista para que el cambio de sistema sea posible con las siguientes características:

1. Apelamos al reconocimiento y la digna remuneración del trabajo doméstico y de cuidados, pues son parte de las condiciones sociales y económicas de la vida. Es un trabajo mayormente invisible, generalmente llevado a cabo por mujeres, negras y migrantes, que sostiene la economía del mundo. El trabajo de cuidados que se coloca actualmente sobre los hombros de las mujeres debe ser compartido con todas las personas y tiene que ser también responsabilidad del Estado.

2. La economía feminista valora el trabajo doméstico y de cuidados como parte de la economía y propone re-organizarlo para que sea una responsabilidad compartida entre todas las personas, con el apoyo de políticas públicas.

3. Una vida sostenible y sustentable en el centro. La sostenibilidad de la vida significa priorizar las necesidades de las personas antes que las ganancias, poniendo la vida en el centro. Pero no cualquier vida, sino una vida libre de violencia, de acoso, de abusos y vejaciones; con espacios dignos y seguros. Vida saludable con derechos de salud y con la recuperación de la medicina tradicional. Alimentación sana y libre de agentes que nos intoxican.

4. Todas las personas somo vulnerables e interdependientes. El trabajo de cuidados proporciona un ambiente limpio y saludable que permite todas las demás actividades. Todas las personas necesitan cuidados a lo largo de la vida, independientemente de la edad o el estado de salud. El cuidado es una necesidad humana fundamental. Para transformar el modelo económico actual es necesario practicar la solidaridad y reciprocidad en nuestras vidas, nuestros movimientos sociales y nuestra lucha política cotidiana.

5. Ecodependencia. El modelo económico capitalista también ha creado una falsa separación entre naturaleza y cultura. Como si la naturaleza fuera una fuente inagotable de recursos. Como si no fuéramos, también, naturaleza o esencializando a las mujeres, a las niñas y los niños, a las poblaciones afro-amer-indias, como seres más pegados a la naturaleza; porque los hombres son del mundo de la cultura y la razón. Ése es un mito que hay que acabar, ¡todas, todos y todes somos parte de la naturaleza!, somos habitantes de un organismo mayor, un cuerpo mayor llamado tierra. Los humanos dependemos de las demás especies que habitan el planeta: los cuerpos tierra, aire, agua, plantas, animales; y, ahora, también de la nueva especie creada por la inteligencia humana: los cíborgs, robots o ia.

6. Desnaturalizar los estereotipos de género y transformar los estereotipos de género en torno del cuidado, desnaturalizando su feminización. Éste no es un asunto de mujeres, es una necesidad de todas las personas que somos vulnerables e interdependientes. 

7. La Iglesia necesita reconocer también que mucha de su economía está sostenida por el trabajo no remunerado de las mujeres: catequistas, evangelizadoras, ministras, secretarias, cocineras, sacristanas a las que no se les da seguridad social, salario justo, vacaciones y pensiones.

3. Economía feminista comunitaria

Las prácticas de trueque de bienes y saberes, de producción que involucra la agricultura urbana y agroecológica, las cocinas locales y la beneficiación de alimentos; los procesos de reutilización y reciclaje en las artes, la artesanía, la confección de ropas y utensilios en general, la producción de arte, la cultura, las decisiones políticas y los afectos; la elaboración de la medicina ancestral y las técnicas de salud; es lo que llamamos economía feminista comunitaria. Son prácticas basadas en el cariño, la confianza, el intercambio o el trueque, la complicidad, y desde la doloridad de nuestros cuerpos de mujeres que se resisten a la pobreza y a las lógicas machocráticas de la mercadotecnia y del lucro. A través de estas prácticas, conquistamos también el sustento en la organización de mercados locales, espacios y encuentros que nos dan la oportunidad de comercialización y consumo responsable, cuando los productos vienen directamente de las manos de los productores.

​La economía feminista comunitaria que construimos promueve el reconocimiento de nuestros múltiples trabajos en su potencia política, buscando, al mismo tiempo, la superación de la división sexual y racial de los trabajos, la construcción de autonomía económica en nuestras vidas y la autogestión en nuestros territorios.

4. Propuestas y conclusiones

Las mujeres siempre hemos contribuido al desarrollo de la sociedad y de las instituciones. Nuestros aportes todos —entre ellos los intelectuales y económicos— son inconmensurables. No somos dependientes ni de un Estado ni de instituciones centradas en figuras e ideas machistas. Pedimos a la Iglesia como institución que no sólo reconozca el trabajo de las mujeres en los discursos y documentos, sino efectivamente en los siguientes puntos:

· Pagos y salarios justos y equitativos para las mujeres que trabajan en las instituciones, así como un sistema de pensión y seguridad social.

· El cuidado de la casa común nos corresponde a todas y todos, pues mujeres y hombres somos interdependientes.

· La economía de Francisco debe visibilizar que hay trabajos esclavizantes asignados a los más pobres del planeta, y que hay una feminización de la pobreza en ese trabajo; especialmente, de nuestras hermanas de los pueblos originarios. En esto, reconocer y respetar como un derecho humano el descanso de las mujeres es un asunto clave en la economía.

· La Iglesia, como madre y maestra, ha de ser la primera en mostrar al mundo con su testimonio y puesta en práctica una economía equitativa y justa entre sus miembros, especialmente con las mujeres que trabajan para su institución.


  1. 1. Vega Alonso del Val, La pobreza tiene género. ¡Di no a la feminización de la pobreza!, Amnistía Internacional, 2023. https://www.es.amnesty.org/en-que-estamos/blog/historia/articulo/la-pobreza-tiene-genero/ ↩︎

  2. 2. Alonso del Val, La pobreza… ↩︎

  3. 3. Casa de América, La situación actual de las mujeres en América Latina, Casa de América, Madrid 2022. https://www.casamerica.es/sociedad/la-situacion-actual-de-las-mujeres-en-america-latina#:~:text=08%2F03%2F2022.,una%20mayor%20brecha%20de%20g%C3%A9nero ↩︎

  4. 4. Redacción, “9 de cada 10 mujeres indígenas sufren vulnerabilidad socioeconómica en México”. El economista, 9 de agosto 2023, p. 5. ↩︎

  5. 5. Vilma Piedade, Doloridad, Madacaru, Sao Paulo 2021, p. 12. ↩︎

  6. 6. Corina Rodríguez Enríquez, “Economía feminista y economía del cuidado. Aportes conceptuales para el estudio de la desigualdad”, Nueva Sociedad, marzo-abril 2015. ↩︎

  7. Rodríguez, “Economía feminista…” ↩︎

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