UN SIGNO ENTRE SIGNOS

Todo indica hacia el mismo punto

Mtro. Ricardo Antonio Bucio Mujica*

*Presidente Ejecutivo de Cemefi. Fue Secretario Ejecutivo del Sistema Nacional de Protección Integral de Niñas, Niños y Adolescentes.



Recién celebramos el nacimiento de un bebé que cambió la historia de la humanidad. Nació en una zona en donde miles de bebés, niñas y niños fueron asesinados en medio de una nueva guerra. La celebración del nacimiento de Jesús en Belén siempre llena de sentido y significado la vida, pero la invisibilidad de la muerte de miles más, nacidos pequeños y pobres como Él en Palestina, contradice ese sentido. Lo contradice día a día.

Celebramos la memoria de grandes magos de oriente que, representando a una diversidad de culturas, de etnias y creencias religiosas, se unieron en torno a un frágil recién nacido, poniendo en Él su atención, su afecto y sus bienes, dando su tiempo y su esfuerzo. Al mismo tiempo vivimos hoy la visión casi unánime desde los poderes políticos y económicos que no miran a la niñez, ni se unen por ella, ni la priorizan, que no asumen un rumbo común.

Vivimos, sin duda, tiempo de contradicciones. Niñas y niños son los más preciado para las personas adultas. No solo para sus madres, padres o cuidadores, para sus familias y entornos cercanos. En ellas y ellos ponemos en los hogares tiempo, amor, cuidado y protección, invertimos recursos, trabajo y esfuerzo, pero no parece que el amor que tenemos por cada niña o niño que nos es cercano sea el que ponemos como sociedad por la niñez en su conjunto. 

Vivimos tiempos de invisibilidad, no solo en la tragedia de Palestina. Las niñas de cero a cinco años son las que viven mayores condiciones de pobreza extrema en México, más que cualquier otro grupo poblacional. Son quienes sufren más carencia alimentaria, educativa, de vivienda digna, de acceso a salud y de protección de la seguridad social. Todo esto nos lo indica la medición multidimensional de la pobreza del Consejo Nacional para la Evaluación de la Política Social (Coneval) y se confirma bianualmente en todas las entidades federativas sin ninguna excepción. 

¿A qué se refiere —en presente siempre— el llamado a “dejar que los niños vengan a mí”?, ¿y la afirmación de “el que no sea como uno de estos no tendrá parte conmigo”? Una de entre miles de interpretaciones sería que cada bebé, cada niña y niño, es una historia sagrada que necesita ser arropada, priorizada. Que requiere que se lea en su fragilidad la de la humanidad entera, así como su potencial. Y no sólo cada una, sino todas. Las que están cerca, las que huyen de la violencia, o las que viven en el miedo permanente o en la negación de la educación por ser mujeres. Todas.

Cada vida es una historia sagrada. La de la niña indígena de Oaxaca que con gran esfuerzo camina dos horas para llegar a la escuela y estudiar en su lengua zapoteca; la del bebé de Monterrey que recibe atención por una enfermedad grave; la del chico de Guerrero que quiere migrar a Estados Unidos de América porque cree que es su única alternativa frente a su pobreza y frente al crimen organizado; la de la niña que desea ir a su secundaria sin tener miedo día tras día; la del adolescente que busca estudiar bachillerato pero no alcanza el dinero ni hay condiciones para ello. 

Todas esas historias cotidianas comparten algo en común: tienen derecho a una vida digna, a ser mirados por las autoridades, a ser respetados, protegidos, cuidados y escuchados. A descubrir la vida mediante el juego. A no ser silenciados, violentados ni invisibilizados, a no ser dejados a la mano del crimen cibernético o presencial, a ser educados integral y sanamente en su sexualidad, a no dejar que descubran cualquier cosa en internet, a tener relaciones constructivas más allá de las redes sociales. A descubrir el mundo de la mano de sus pares y de adultos responsables. 

Para eso tenemos un marco legal universal: la Convención de los Derechos del Niño ratificada en 1989 y que es hasta ahora el tratado internacional de cualquier materia al que se han suscrito más Estados que forman parte de la Organización de las Naciones Unidas (onu). Es, por decirlo de alguna forma, la legislación más común en el planeta. Sin embargo, las principales víctimas de hambrunas, de guerras, de efectos del cambio climático, del abuso sexual y de los efectos posteriores de la pandemia del Covid 19, son niñas y niños. 

También se tiene en México un buen marco legal, la Ley General de los Derechos de Niñas, Niños y Adolescentes, que en 2024 cumplirá 10 años. Ley aprobada con el apoyo de todos los partidos políticos, de organizaciones sociales y organismos internacionales. Se crearon los Sistemas de Protección Integral de Niñas, Niños y Adolescentes (sipinna), en donde son corresponsables autoridades federales, estatales y municipales en diálogo con organizaciones civiles y la academia. Sin embargo, los indicadores nacionales son malos y las tendencias de pérdidas de acceso a salud y a calidad educativa, entre otros, son graves. 

Tenemos también la historia de la humanidad, la moral social, la ética pública, el llamado de las comunidades de fe. Coinciden en que cuidar y preservar la vida de niñas y niños es indispensable, es útil, es moralmente obligado, políticamente correcto, económicamente viable y socialmente necesario. Cuidarles es prevenir exclusión, discriminaciones, adicciones, abusos, acosos, corrupción y desigualdades. Hay mucha evidencia de la experiencia y mucha de las mediciones técnicas de muchos tipos que dan cuenta de ello. Baste mirar los indicadores de la ocde.

Y tenemos algo de importancia extrema: sus voces. He tenido la fortuna —compartida por muchas personas— de visitar todos los estados de México y muchos municipios, y he percibido cómo niñas y niños tienen una expectativa clara de cómo desean vivir; he platicado con ellas y ellos, les he escuchado, he visto sus dibujos, he mirado sus juegos y todo expresa cómo quieren ser tratados. Sin que lo sepan, coinciden con la perspectiva de derechos que contienen las leyes y las creencias de las comunidades de fe. Saben que necesitan ser protegidos para lograr su supervivencia, su desarrollo, su participación en la sociedad, y que ello no debe estar en función de dónde nacieron, su color de piel o su nivel económico.

Es decir, tenemos llamado de la fe, marco legal universal y nacional, indicadores y datos, así como tenemos sus voces y miradas, y todo conduce hacia el mismo punto, al lugar donde apuntaba la estrella en Belén: al cuidado de un bebé frágil que contenía la esperanza de una vida nueva. También hacia allá conduce la experiencia personal en el llamado que da cada nueva vida a cada padre y cada madre, al corazón de los abuelos, a la mirada de docentes y personas cuidadoras. 

Es tiempo de que la memoria, la ley, la experiencia y la evidencia científica se unan en nuestro actuar social. Niñas, niños y adolescentes tienen prioridad, deben ser escuchados. No podemos vivir engañados con la percepción errónea de que los problemas, dolores, enfermedades, carencias o muerte, son temas de las personas adultas. De que la actual crisis democrática que vivimos o la inseguridad extendida y normalizada, no tiene a las personas más pequeñas como sus víctimas. Eso es no mirar a profundidad la realidad, es una mirada adultocéntrica que sin quererlo ni buscarlo produce exclusión y ayuda a que ésta se reproduzca.  

Para evitar todas esas situaciones y muchísimas más que hoy aquejan a la humanidad, y a cada localidad, a cada núcleo familiar, miremos en cada niño una vida digna, un potencial de cambio, una esperanza, una historia sagrada, y actuemos en conjunto para que sea una realidad. No seamos cómplices por desinformación, adultocentrismo u omisión de las prácticas de Herodes. Estamos llamados y obligados a
cuidar la vida. Todas. En cada niña y niño están las certezas que necesitamos, son imagen y semejanza de las que buscamos. 

Referencias

Cámara de Diputados del H. Congreso de la Unión, Ley General de los Derechos de Niñas, Niños y Adolescentes. Disponible en: https://www.diputados.gob.mx/LeyesBiblio/pdf/LGDNNA.pdf

Unicef, Convención de los Derechos del Niño. Disponible en: https://www.un.org/es/events/childrenday/pdf/derechos.pdf

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