Gustavo el “Fray” Gutiérrez: pelotero de la teología
Rev. Dan González-Ortega *
* Clérigo de la ELCA y de la PCUSA; también forma parte de la AIPRAL y de la Cetela). Doctor en Filosofía por el Seminario Mayor Conciliar de Colombia y por The Logos Christian University de Florida, Estados Unidos.

“Para mí hacer teología es escribir una carta de amor al Dios de mi fe,
a la Iglesia a la que pertenezco y a mi pueblo”.1
Dr. Gustavo Gutiérrez Merino, O. P.
“Hay que disfrutar el juego, divertirse. Si no te diviertes, no vale la pena”.2
Fernando, el “Toro” Valenzuela.
Soltando el brazo (Introducción)
En este apartado intentaré “sentipensar” el impacto del “picheo” de Gustavo Gutiérrez Merino en mi propio “juego de pelota” del trabajo académico y del compromiso pastoral.
Para “soltar el brazo”, debo aclarar que tuve que “borrar la pizarra” en la cual había planteado la estrategia para esta publicación, así que la alineación en este “diamante” es distinta a la original. Lo he hecho así porque en este juego de pelota el “mánager” decidió un cambio de alineación de último minuto…; digamos que justo antes de “salir al montículo” se hizo una sustitución del lanzador y enviaron temprano a las duchas a Gustavo el “Fray” Gutiérrez, mejor aún, lo enviaron directo al “salón de la fama”. Y no fue solo; el mejor jugador de pelota mexicano, Fernando el “Toro” Valenzuela, se convirtió en su compañero de equipo al retirar el número “34” el mismo día que “El Fray” Gutiérrez. Ambos han trascendido y ya juegan en las “Ligas Mayores” de la Eternidad. Dada esta coincidencia, coloco mis pensamientos en clave beisbolera.
Espero que quien presencie este encuentro permanezca en la butaca con empatía las “nueve entradas”, ya que, para mí, ambos —Gustavo Gutiérrez y Fernando Valenzuela— representan ejemplos que motivan a salir diariamente al diamante del “Rey de los deportes”: La Vida.
Play ball! (Inicia el juego)
El primer acercamiento que tuve con Gustavo Gutiérrez fue en mi época de “novato”. Como estudiante de seminario tuve la oportunidad de leer uno de sus libros, que fue un “batazo de jonrón” que caché al vuelo en las gradas, para así pedirle al bateador que me “firmara la bola”. El texto al que me refiero es Beber en su propio pozo.
Mi “primer entrada” en la obra de don Gustavo no fue su “Teología de la Liberación”, yo nunca había “jugado” de esas “ligas profesionales” de la teología, no había leído nada de Rubem Alves ni de Leonardo Boff o Ivone Gebara o Elsa Támez; el pensamiento teológico latinoamericano me llegó entre la primera y segunda entrada, a la hora del descanso, cuando aún no me tocaba “batear”.
Esa primera entrada fue fundamental para mí. En aquel momento fue desafiante entender cómo muchas personas creen que la espiritualidad es como estar en el “palco VIP”, donde se sientan los dueños de los equipos, a contemplar el juego desde lejos, orando para que nuestro equipo gane. Pero Gutiérrez nos dice: “¡No! ¡La verdadera espiritualidad es entrar al campo de juego!”.
Para Gutiérrez, Jesús es como el capitán de un equipo. Él no sale de la “caja de bateo”, muestra estrategias que son poco ortodoxas para el juego, pero nunca se queda en la banca. Se mete al campo, se ensucia el uniforme, corre las bases acompañando la carrera de las personas más débiles, y nos anima a “robar la base”. Seguir a Jesús es jugar en su equipo, comprometiéndonos con la justicia y el amor, como si fueran un jonrón por la liberación.
La liberación es el safe at home para ganar el juego. No se trata sólo de evitar que el pecado nos “ponche”, sino de conectar hits que transformen el mundo. Cada vez que logramos un strike por la justicia o anotamos una carrera contra la opresión, nos acercamos a la “serie mundial” del Reino de Dios que se ve premiada con el trofeo de la liberación.
Ahora bien, cada partido es único. No podemos jugar con la misma estrategia en todos los “parques de pelota”. La espiritualidad debe adaptarse al contexto, a las realidades de cada inning de la historia. Y el equipo es fundamental: no jugamos en soledad, cada triunfo se construye en colectivo, donde cada jugadora y jugador es muy importante. Quienes salen en cada entrada, pícher, jardineros, catcher, así como quienes se quedan en la banca, jugadores emergentes, etcétera, o cualquier persona en cualquier posición o situación del equipo se torna, por demás, importante. El equipo es apoyo y respaldo, compartimos la experiencia de Dios y nos animamos a seguir jugando, incluso cuando nos hagan un out.
Ahí fue cuando me di cuenta de que, si bien Gustavo Gutiérrez jugaba en las ligas profesionales y yo me preparaba para acariciar el sueño de estar en el banquillo de alguna “novena” de pueblo chico, mi anhelo se convirtió en jugar para el mismo equipo que él, aunque fuera de aguador.

La Teología al bate (La epistemología en juego)
Ahora que me corresponde ser un humilde pelotero, pienso en la relevancia que ha tenido para el desarrollo del juego del pensamiento teológico y lo que ha significado la teología de la liberación, con Gustavo Gutiérrez como su lanzador estrella. Este fraile dominico entró al campo de juego teológico desde Latinoamérica (Perú) sin buscar solamente desafiar a los equipos opresores que mantenían el marcador a su favor, sino que también propuso una nueva forma de entender el juego, una epistemología renovada, con la praxis liberadora como su campo de entrenamiento.
A diferencia de las ligas profesionales de la teología tradicional, donde el juego se basaba en complejas estrategias teóricas y jugadas de pizarra, Gutiérrez nos lleva al “juego llanero”, a la tierra, al sudor y al polvo del campo más pauperizado, donde la experiencia de las personas empobrecidas y su lucha por la justicia son las que dictan las necesidades tácticas del juego. La opción preferencial por las personas empobrecidas es como un cambio de alineación radical, donde quienes siempre estaban en la banca, ahora son protagonistas.
En mi quehacer teológico comprendí que, para Gutiérrez, la praxis liberadora no es simplemente un hit que se consigue después de una buena estrategia, sino que es el batazo que inicia el juego, el jonrón que impulsa el marcador. La experiencia de las personas empobrecidas, en su lucha por llegar a la base de la justicia y la dignidad, revela una dimensión del juego que la teología tradicional, desde sus palcos VIP, no lograba ver.
En su libro Teología de la liberación: Perspectivas, Gutiérrez afirma que “la praxis es el punto de partida de la reflexión teológica”. Es como decir que no se puede ganar un partido sólo leyendo el reglamento, hay que entrar al campo, sentir la adrenalina y conectar con la realidad de cada jugada. La praxis, como una carrera hacia la liberación, es donde se encuentra a la Divinidad en cada base y se comprende su estrategia de juego.
Me convenció cómo Gutiérrez coloca en la pizarra el argumento de que la experiencia de la gente empobrecida, marcada por los strikes de la injusticia, la exclusión y la marginación, revela la necesidad y urgencia de un cambio radical en el juego. Esta experiencia, vivida en equipo y con la garra de la lucha por la liberación, es la que anota carreras en el marcador del conocimiento teológico, y obliga a las iglesias y a la sociedad a replantear su estrategia.
Definitivamente, Gutiérrez me ayudó a formar mi comprensión de este juego de pelota que es la teología, su exposición de la opción por las personas empobrecidas, como capitanía del equipo de la teología de la liberación, no sólo implica un compromiso con el juego limpio, sino también una nueva forma de entender las señales del “Entrenador en Jefe”. La experiencia de la gente empobrecida se convierte en la estrategia que nos guía hacia una renovada interpretación de las Escrituras, la tradición y la historia del “juego”. Gutiérrez me brindó un recurso epistemológico fundamental: la “hermenéutica de la sospecha” como un buen catcher que analiza los lanzamientos del oponente y descubre sus intenciones ocultas. Esta hermenéutica, inspirada en la sabiduría de las jugadoras y los jugadores de las ligas menores y en la lectura popular del reglamento, busca entender las jugadas del mensaje evangélico y desenmascarar a quienes hacen trampa para mantener el marcador a su favor.
Con la obra del mánager Gustavo Gutiérrez comprendí que la experiencia de la gente empobrecida, con sus derrotas y sus victorias, ilumina la lectura de la Biblia y permite descubrir en ella la estrategia para un juego justo. Los relatos bíblicos, vistos desde la perspectiva de quienes siempre pierden, adquieren un nuevo significado y se convierten en la motivación para seguir luchando por cambiar el marcador. Comprendí que la teología de la liberación no se queda en la banca estudiando las estadísticas, sino que entra al campo como quien arbitra el partido, analizando cada jugada con ojo crítico. Para Gutiérrez, la teología debe ser un ampáyer que no se deja engañar, que revisa las jugadas polémicas con VAR (árbitro asistente de video), que canta las faltas y expulsa a los que juegan sucio.
Aprendí que la lectura crítica de la realidad se juega bajo las reglas de la fe y la opción por las personas empobrecidas. La teología, con su uniforme de árbitro, analiza las causas de la derrota, identifica a quienes hacen trampa y busca la manera de que el juego sea justo para todos los equipos. Pero, también, que la teología de la liberación no sólo se dedica a cantar las faltas, igualmente, busca proponer nuevas jugadas, nuevas estrategias para ganar el partido de la justicia y la solidaridad. La reflexión teológica, en diálogo con las ciencias sociales y los movimientos populares, se convierte en couch que diseña la estrategia para ganar la Serie Mundial.
Asimismo, aprendí que la epistemología de Gutiérrez cambia la forma en que la fe y la razón interactúan en el juego teológico. No son dos jugadores que compiten entre sí, sino que forman una dupla, una “doble jugada”. La fe, con la luz de la razón, se convierte en una bateadora poderosa que impulsa la lucha por la justicia. La razón, por su parte, se abre a la dimensión espiritual del juego y se convierte en un “bateador emergente” que anota carreras liberadoras. Y esta “doble jugada” entre fe y razón se perfecciona en el campo de la praxis liberadora. La experiencia de los pobres, con su sabiduría y resistencia, entrena a la razón para superar sus limitaciones. La fe, motivada por la reflexión crítica, se lanza al campo con la pasión de un “jardinero central” que busca atrapar cada bola.
Fue un jonronazo darme cuenta de que la teología de la liberación rompe con la idea de que la teoría y la praxis son dos equipos rivales, pues, ambos juegan en la misma liga para la misma franquicia. Entonces, la teología, con el número 34 en los dorsales, no se queda en la banca teorizando, sino que entra al campo a jugar, comprometiéndose con la transformación de la realidad. La praxis, con el número 42, alimenta esa reflexión teológica y le da la experiencia necesaria para ganar partidos. Esta unidad entre teoría y praxis se ve en la pasión del juego, en el compromiso de cada persona en el juego. Así es como, con su ejemplo, Gutiérrez demuestra que la persona dedicada a la teología no puede ser un simple comentarista deportivo que observa y narra el partido desde su palco de grabación, sino que debe ponerse el uniforme, entrar al campo y jugar con el corazón.

Reglamento y Manual de la pelota caliente (La Biblia y la teología de la Palabra)
Otro de los aprendizajes más significativos que adopté con el sistema de juego de Gustavo Gutiérrez fue su manera de tomar en serio las reglas y el manual de juego de esta “pelota caliente”: La Biblia.
La teología de la liberación, con Gustavo Gutiérrez como su mánager, no nace de la nada. Se inspira en diferentes fuentes —como si fueran entrenadores—, para entender la fe cristiana y su rol en el campo de juego de la transformación social. Y entre todas esas voces, La Biblia es el “manual para jugar”, la guía que nos dice cómo enfrentar cada partido con justicia y pasión. Pero ojo, Gutiérrez no lee La Biblia como un fanático que sólo busca justificar sus jugadas. Influenciado por otro miembro del “salón de la fama”, como Karl Barth,3 un veterano entrenador con mucha experiencia, Gutiérrez busca entender el mensaje de la Biblia, pero no desde los palcos televisivos, sino desde el campo, junto a jugadores que hacen bateo de sacrificio por la liberación. Para él, La Biblia no es un trofeo que se guarda en una vitrina, es un lanzamiento preciso, lleno de energía, que nos reta a entrar al juego y dar lo mejor. Esta “bola rápida” que se manifiesta en sus historias, especialmente en la vida de Jesús, el jugador estrella, se descubre siempre como una bola con efecto liberador. En Teología de la liberación: Perspectivas se puede ver cómo Gutiérrez comprende que La Biblia es el libro de jugadas para la liberación del pueblo oprimido.4 Es como decir que no es para leerla en el vestidor, sino para llevarla al campo y usarla en cada jugada, en cada carrera hacia la justicia. Vista así, se convierte en un bate poderoso que golpea a la injusticia, anima al equipo y lo impulsa a cambiar el marcador.
Gutiérrez siempre está bateando la Biblia a profundidad, estudia e interpreta cada sistema bíblico con la sensibilidad de un mánager que repite las jugadas claves a sus jugadores. Especialmente, se inspira en el relato del Éxodo, en los profetas del Antiguo Testamento y en los Evangelios, como si fueran leyendas del béisbol que nos enseñan con su ejemplo. Para Gutiérrez, la Biblia no es historia antigua, sino un juego que se sigue jugando hoy, un partido en el que la justicia y la solidaridad son las carreras que debemos anotar. Y hace referencia al impacto que le ha significado la forma de “fildear” estos temas bíblicos de su compañero de equipo, el brasileño Rubem Alves.5 También Karl Barth, aquel veterano entrenador, influyó mucho en la forma en que Gutiérrez entiende La Biblia, pues éste cansado de los equipos que jugaban sin pasión, enfatizaba que Dios es el dueño del estadio y que Jesús es el capitán del equipo. Para Barth, el libro es el mensaje del dueño del equipo, que nos llama la atención cuando se nos escapa una bola marcando un “error” y nos anima a jugar con esperanza, dignidad y pasión por la Revelación.
Gutiérrez, habiendo aprendido de Barth, reconoce la autoridad de La Biblia, pero no la deja en la oficina del mánager. La lleva al campo, la ensucia con tierra y sudor, y la usa para animar a quienes tienen miedo de “robar la base” por la justicia social. Para él, no es un discurso motivacional en el vestuario, sino un grito de aliento en medio del juego, una voz que apoya a quienes siempre pierden. Las jugadas de Barth, con su enfoque en la importancia de Dios y de Jesús, le dan a Gutiérrez la pauta para enfocar la táctica del juego hacia el kerigma profético de la liberación. La Biblia, con Jesús como pícher sin hit ni carrera, es un compendio de jugadas que liberan de la opresión.
Así pues, La Biblia vista de esa manera toma carácter en la teología de Gutiérrez, no sólo es la inspiración del equipo, sino también el reglamento del juego. Y, como un buen documento de arbitrio, insta a jugar limpio, con justicia y respeto; Gustavo encuentra en ella las reglas del juego limpio. Así fue como yo, este que da testimonio de haber visto jugar a Gutiérrez, entendió que el amor al prójimo, la
justicia, la solidaridad y la compasión son como las reglas que debemos seguir para jugar limpio a la pelota caliente de la vida.
Además, fray Gustavo Gutiérrez no se conforma con entender La Biblia sólo desde la perspectiva del mánager, también escucha a los jugadores que están en la banca, a quienes viven la realidad del juego desde otra posición. De modo que valora la lectura popular de la Biblia,6 la que hacen las comunidades cristianas, quienes siempre están en la banca o de plano en las gradas, pero que conocen el juego mejor que nadie. Esta lectura popular que se hace en equipo, como una “reunión en la caseta”, aporta nuevas ideas al juego. Quienes siempre pierden, con su experiencia de lucha y esperanza, encuentran en La Biblia un mensaje de victoria y justicia que les anima a seguir jugando.
Gutiérrez valora la lectura popular de La Biblia porque sabe que quienes están en la banca o están en las gradas tienen una visión privilegiada del juego. Esa experiencia de opresión les permite
entender el mensaje de una forma que a veces los entrenadores no ven. La lectura popular de La Biblia, para Gutiérrez, es como un scout que descubre nuevos talentos y estrategias para el equipo.
Jugando con pecho caliente (la ternura en la teología de Gustavo Gutiérrez)
Gustavo Gutiérrez pichaba tan fuerte que la marca de la bola quedaba tatuada en el guante de cualquier “cácher”. Así quedó marcada en mi propio estilo de juego su impronta teológica. Sin embargo, su propuesta de juego caracterizado por la garra, la lucha por la justicia y el juego limpio contra la opresión, golpea con batazos de profundidad; comprendí que la propuesta de Gutiérrez no sólo tiene fuerza, sino también tiene corazón. En su obra, junto a los batazos que denuncian la injusticia, de la misma forma, encontré la ternura de Dios.
Gutiérrez afirma que “La grandeza de Dios más que en su poder está en su libertad y la gratuidad de su amor. Y en su ternura”.7 Desde la perspectiva de Don Gustavo, la ternura de Dios se ve cuando se acerca a esas personas que, jugando, se han lesionado. Dios se preocupa especialmente por aquellos a quienes el juego deja atrás. Dios, en Jesús, se pone el uniforme del equipo, se ensucia, sufre las derrotas y también sale lesionado de cada encuentro. Es como decir que la ternura que Gutiérrez percibe en Jesús no es sentarse en la banca a llorar, sino la energía que impulsa a todo su equipo a seguir jugando, a pesar de las derrotas. Quienes siempre están en la banca o miran el juego desde las gradas, quienes siempre sufren las peores derrotas, también son quienes experimentar en primera instancia la ternura de Dios. En medio de un juego injusto y tramposo, de las injusticias y de la exclusión, las personas postergadas son quienes viven en la cercanía de la atención, cuidado de Dios, que se solidariza con sus fracasos y les acompaña para seguir adelante a pesar de cada “ponche”.
La ternura, en la estrategia de Gutiérrez, no es sólo un gesto “bonito” y “suave”, sino una jugada clave para ganar el partido de la liberación. Experimentar la ternura de Dios cambia la actitud de quien es parte del equipo, aunque nunca le dejen jugar. La ternura es como la actitud de un gato que responde a las caricias con ronroneos y afecto, pero saca las uñas ante cualquier agresión. La ternura es jugar con mansedumbre, pero con suficiente firmeza para defenderse de cualquier agresión. La ternura, vista así, no es quedarse en la banca esperando que otras personas sean las únicas que jueguen, sino entrar al campo con pasión. Nos lleva a denunciar las trampas, a defendernos de quienes juegan sucio y a luchar por un juego donde todas las partes tengan las mismas oportunidades.
La ternura, en la estrategia de Gutiérrez, se combina con justicia y solidaridad, como un triple play perfecto. No se puede ganar sin corazón; ni se puede jugar solamente con corazón y sin exigir justicia. La ternura es la fuerza que humaniza el deporte de la vida y que busca la diversión para todas las personas en su carrera por la equidad.
Extra innings (A modo de conclusión)
Todo lo que acabo de escribir en la pizarra de jugadas es fundamental para mí, tanto en las ligas menores del seminario, como estudiante, así como también en las ligas mayores de la institucionalidad de una iglesia que, ante mi asombro y desconcierto, resultaba desenmascarada frente la crítica producida por valores bíblico-teológicos. Una iglesia que, como mal beisbolista, vende su juego, pues “ni picha, ni cacha, ni deja batear”.
A la distancia, estudiando los juegos de temporadas pasadas, puedo apreciar como Gutiérrez fue un bateador de poder que conectaba un jonrón con cada swing que daba. No se conformaba con sencillos o dobles, buscaba conectar profundo, generar un cambio radical en la forma de entender la teología y su impacto en la sociedad. Su “Teología de la Liberación” es un batazo que sigue resonando en el estadio de la historia. Su obra es un “juego perfecto” donde la teología, la justicia social y la praxis se combinan para lograr una victoria contundente. Cada elemento juega su rol a la perfección, sin errores, con una estrategia clara y definida: la liberación de las personas empobrecidas y oprimidas.
Gutiérrez fue un “lanzador” con una curva caliente que descoloca a quien se acerca a “batear” con una teología tradicionalista. Sus ideas desafiantes, como la opción preferencial por las personas empobrecidas, fueron lanzamientos inesperados que me obligaron a repensar las bases de mi fe protestante.
En este juego con extra innings, puedo afirmar que la epistemología de Gutiérrez caló hondo en mi visión del juego —con su praxis liberadora, la experiencia de las personas empobrecidas y la lectura crítica de la realidad, que han sido los batazos que conectan con el conocimiento teológico—. Esta forma de entender el juego transformó mi comprensión de la relación entre la fe y la razón, la teoría y la práctica, y redefinió mi posición en el diamante de la teología.
Fray Gustavo Gutiérrez fue un gran mánager que armó un equipo diverso e inclusivo, en el que cada persona y cada elemento tienen un papel importante en el juego. En su teología, la voz de las personas empobrecidas y marginadas se vuelve protagonista, y el diálogo interreligioso enriquece la estrategia del juego.
Su obra es toda una escuela, una franquicia y un campo de entrenamiento cotidiano para las nuevas generaciones de teólogas y teólogos. Nos invita a entrar al campo, a ensuciarnos el uniforme con la realidad, a comprometernos con las personas involucradas en cada partido y, sobre todo, a construir un mundo más equitativo donde quepamos todas y todos con dignidad hasta que se vuelva a cantar: Play Ball!
1. Jorge Enrique Mújica, L. C., “Gustavo Gutiérrez: sobre la teología de la liberación hoy,” Zenit, 12 de mayo de 2015. https://es.zenit.org/2015/05/12/gustavo-gutierrez-sobre-la-teologia-de-la-liberacion-hoy/ ↩︎
2. Enrique Burak, “Esta es la última entrevista,” TUDN, 26 de octubre de 2024. https://www.instagram.com/univision62/reel/DBdR1UJvsbm/ ↩︎
3. Gustavo Gutiérrez, Teología de la liberación: Perspectivas (Salamanca: Sígueme, 1990), 32. ↩︎
4. Cfr. Ibid., pp. 195-214. ↩︎
5. Cfr. Ibid., 199-201. Gutiérrez cita en nota a Rubem Alves, A theology of human Hope (Washington: 1969), p. 129. ↩︎
6. Cfr. Gustavo Gutiérrez, “Evangelio y praxis de liberación: una nueva reflexión teológica”, en Varios. Fe Cristiana y cambio social en América Latina (Sígueme, Salamanca 1973), pp. 231-245. ↩︎
7. Gustavo Gutiérrez, Hablar de Dios desde el sufrimiento del inocente (Sígueme, Salamanca 199), p. 130. ↩︎
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