Opinión y Debate
Dr. Raúl Hernández Garciadiego y Dra. Gisela Herrerías Guerra
El modelo cooperativo y el cuidado de la casa común
Al “abrir las ventanas de la Iglesia” con el Concilio Vaticano II, Paulo VI nos planteó la obligación de que fuera fundamental nuestra opción por los pobres, y bendijo las manos que se abren para acogerlos y ayudarlos, diciendo que son manos que traen esperanza. Como respuesta a esta invitación, plasmada en su carta encíclica “Para el Progreso de los Pueblos” (Populorum Progressio), un gran número de jóvenes aceptó su llamado y decidieron salir a vivir con ellos, asumiendo activamente el imperativo que recientemente el papa Francisco nos recuerda y que ningún cristiano puede ignorar: que “no amemos de palabra y de boca, sino de verdad y con obras” (1 Jn 3, 18). Nos dice que el amor no admite excusas, por lo que, si deseamos ofrecer nuestra aportación efectiva al cambio de la historia, generando un desarrollo real, es necesario que escuchemos el grito de los pobres y nos comprometamos a sacarlos de su situación de marginación.
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